Cerebro de Boltzmann

Se suele hacer referencia a estas entidades en el contexto de la «paradoja del Cerebro de Boltzmann».

Según la segunda ley de la termodinámica, la entropía tiende a incrementarse, así que cabría pensar que el estado más probable del universo sería un estado de alta entropía, casi uniforme y desordenado.

Boltzmann propuso que nosotros y el universo de baja entropía que observamos somos, en realidad, una fluctuación aleatoria en un universo de mayor entropía.

Incluso en un estado cercano al de equilibro existirán fluctuaciones estocásticas en el nivel de entropía: las más comunes serían relativamente pequeñas, y darían lugar a pequeñas cantidades de orden, mientras que otras mayores, con sus mayores niveles de organización asociados, serían relativamente más raras; enormes fluctuaciones serían altísimamente improbables, pero esto puede explicarse por el enorme tamaño del universo y por la idea de que, si somos resultado de una fluctuación, hay un proceso de «selección» implícito: Todo ello conduce al concepto del Cerebro de Boltzmann: si, dadas muchas entidades conscientes de sí mismas, nuestro actual nivel de organización es el resultado de una fluctuación aleatoria, este sería mucho más improbable que un nivel de organización que solo fuera capaz de crear una entidad consciente de sí misma; para cada universo con el nivel de organización que vemos en este, debería haber una cantidad enorme de solitarios cerebros de Boltzmann vagando por entornos desorganizados.

Este análisis refuta, pues, el argumento anterior: En resumidas cuentas, la paradoja consiste en que es más probable que un cerebro se forme aleatoriamente desde el caos con recuerdos falsos sobre su vida que el hecho de que el universo que nos rodee tenga billones de cerebros conscientes de sí mismos.

Busto de Ludwig Boltzmann sobre su tumba en Viena. En parte superior, a modo de epitafio, la formulación de la constante matemática que lleva su nombre .