Los Lercaro eran una familia de importantes comerciantes genoveses, asentados en Tenerife tras la conquista.
[1] Catalina, hija de Antonio Lercaro, fue obligada a casarse con un hombre mayor que ella, que gozaba de una buena posición y gran riqueza.
[2] La leyenda apunta a que el cuerpo de Catalina está enterrado en una de las estancias de la casa, debido a que, al haberse suicidado, la Iglesia católica se opuso a que recibiera cristiana sepultura en un cementerio.
Desde entonces mucha gente asegura haber visto el espectro de Catalina Lercaro paseando por los pasillos del museo.
Esta leyenda fue popularizada en el resto de España a principios en la primera década de los 2000 del siglo XXI, gracias al programa radiofónico Milenio 3 y al televisivo Cuarto Milenio.