Establecido en la primera mitad del siglo I d. C., el castro refleja una comunidad astur que mantuvo muchos de sus elementos culturales tradicionales, como la cerámica y la orfebrería, pero que fue incorporada al sistema económico romano, particularmente en relación con la minería.
Su ubicación estratégica sobre una escarpada pendiente y su complejo defensivo de murallas y fosos imitan modelos indígenas anteriores, aunque adaptados a las nuevas necesidades económicas.
La combinación de minería, forja y agricultura refleja un asentamiento diversificado en sus actividades económicas, aunque es evidente que la minería jugaba un papel central.
Hasta el momento, se han identificado y consolidado 20 cabañas construidas en lajas de pizarra, que presentan una planta circular u oval, con diámetros que oscilan entre los 3,5 y 5,5 metros.
En las inmediaciones del castro, junto al camino de acceso, se han reconstruido varias cabañas que se asemejan en sus materiales y altura a las viviendas astures.