[1] Aunque es utilizado típicamente para realizar el boceto, también puede presentarse como obra acabada, habitualmente junto con otros materiales como sanguina o lápiz, y es especialmente valorado para realizar retratos.
[3] En su tratado técnico, Il libro dell'arte (El libro del arte), de principios del siglo XV, Cennino Cennini recomendaba atar un carboncillo de sauce a una caña para poder distanciarse de la superficie al pintar –en su época sobre tabla o al fresco[4]– y trazar así el dibujo preparatorio con el carboncillo en una mano y con una pluma de ave en la otra, para borrar el trazo si fuese necesario.
Asimismo, se presta al difumino, permitiendo así efectos y tonos variados.
[3] Según cuenta el poeta Paul Valéry,[6] Degas explicaba su pintura como el resultado de una serie de operaciones que comenzaban por la definición del dibujo a carboncillo sobre papel, preferentemente papel de calco.
Hecho el primer dibujo, y siempre sobre el mismo papel, sin servirse de otros dibujos o estudios aparte, realizaba también a carboncillo las correcciones o ajustes que estimase oportunos, reforzando los trazos iniciales.