El pelaje es pardo-rojizo en ambos sexos durante el verano, volviéndose grisáceo en invierno, al tiempo que aparece una mancha blanca sobre la grupa.
Las crías, por el contrario, presentan un manto rojizo salpicado de numerosas motas blancas para aumentar su camuflaje con el entorno.
El corzo es un animal tremendamente adaptativo, pudiendo vivir tanto en bosques cerrados, como en amplias praderas.
Actualmente en España la distribución del corzo sigue en expansión, apareciendo nuevas poblaciones donde hace pocos años no las había.
Sus hábitos son crepusculares, es decir, es activo preferentemente al anochecer y al amanecer, cuando las temperaturas son más suaves, viéndosele rara vez durante el día, que suele pasar escondido entre la espesa vegetación o en lugares deshabitados.
El corzo presenta una distribución muy amplia en Europa, y sus poblaciones son muy abundantes en algunos países, además de haber experimentado un gran aumento en España, como consecuencia del abandono del medio rural y de unas prácticas cinegéticas más racionales.
En países con poca superficie boscosa como Dinamarca u Holanda la especie coloniza sin problemas prados, zonas pantanosas e incluso tierras agrícolas.
En España está presente en todas las comunidades autónomas, excepto Canarias y Baleares, incluida Murcia.
Al final del otoño y durante el invierno los corzos son especialmente tolerantes unos con otros, siendo posible ver pequeños grupos en algunas de las áreas, donde el alimento es más abundante.
Aunque los machos muestran comportamientos territoriales durante la primavera, existe una tolerancia entre sexos, solapándose sus territorios.
El corzo es uno de los pocos ungulados con implantación diferida, por lo que ésta no se da casi nunca en el momento del apareamiento, sino a veces incluso meses después.