Un cañón de vórtices es el nombre que recibe un sencillo montaje experimental, o juguete científico que impulsa el aire a distancia generando vórtices de forma toroidal.
El movimiento de estos vórtices fue estudiado clásicamente por Helmholtz en 1858 y por Lord Kelvin en 1867.
Durante la Segunda Guerra Mundial hubo intentos marginales e infructuosos de construir un cañón que generara vórtices o turbulencias que permitiera derribar a los bombarderos enemigos.
[2] Así como las líneas de corriente trazan la velocidad del fluido, las curvas de vorticidad, que trazan la vorticidad local, serán básicas para el análisis del movimiento.
Helmholtz dedujo en su artículo de 1858 que los vórtices toroidales de menor radio viajaban más rápido, y estudió la interacción entre dos vórtices que viajaban en el mismo sentido o en sentidos opuestos.