[5][4] Se han hecho muchos estudios para calcular su frecuencia, con resultados muy dispares debido a los diferentes métodos y definiciones empleados.
[4] Podría tratarse principalmente de una inmadurez del sistema digestivo, que se manifiesta con molestias y dolores en el abdomen.
Al contrario, los padres de bebés con cólicos suelen acabar desarrollando ansiedad, fatiga, estrés y alteraciones en el ambiente familiar.
[4] Si el bebé gana poco peso o la temperatura rectal es superior a 38 °C, podría haber un trastorno gastrointestinal, un trastorno del sistema nervioso o una infección, por lo que podría ser necesario realizar pruebas diagnósticas complementarias.
[4] Si el bebé está aumentando correctamente de peso y el examen físico es normal, generalmente no es necesaria ninguna prueba diagnóstica.
[8] La dieta que ha mostrado un claro efecto beneficioso en estudios previos consiste en la retirada de la leche de vaca y productos derivados, el trigo, los huevos, los cacahuetes, los frutos secos, la soja y el pescado,[4][8] si bien se necesitan estudios adicionales para confirmar cuáles son las sustancias concretas presentes en la leche materna que desencadenan los cólicos del bebé y el mecanismo de acción.
[11] Otros factores desempeñan un papel añadido, tales como la genética, el tabaquismo o el estilo de vida.
[4] Pese a los trastornos y preocupaciones que generan estos cólicos, lo cierto es que se acaban resolviendo por sí solos hacia los tres o cuatro meses de edad, sin afectar al crecimiento y al desarrollo del bebé.
[16] Los problemas más importantes que pueden surgir son los debidos a la desestabilización familiar cuando la familia no se adapta adecuadamente, con riesgo de conflictos de pareja o maltrato infantil secundario.