El cántaro, además de su utilidad para traer el agua de la fuente y conservarla fresca, se utilizaba en diferentes regiones españolas para tocarlo como instrumento de percusión golpeando la boca con la mano o una alpargata, produciendo un sonido hueco y resonante en el interior del recipiente.
[1] En el folclore musical español, su uso en rondallas, pasacalles y grupos de baile prácticamente ha desaparecido.
Aún permanece en los coros de campanilleros (como acompañamiento para los villancicos), y también en las sevillanas corraleras.
El uso del cántaro en México como instrumento de percusión se extiende a Tixtla, Guerrero, la Mixteca Alta y la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, para acompañar “chilenas”, “sones”, “parabienes”, “gustos”, “minuetes”, “jarabes oaxaqueños” y en “fandangos mixtecos” de Puebla (en esta Mixteca Baja suele acompañar el canto, el juego y ciertas danzas indígenas como el "Ya kolo" o Guajolote y el "Yaa-ndisi" o Tepachera).
[2] La mayor o menor cantidad de agua contenida sirve para afinar el instrumento en el tono deseado.