[3] Charles Thomson Rees Wilson (1869-1959), un físico escocés, inventó la cámara de niebla.
Esto enfriaba el aire y el vapor de agua comenzaba a condensarse.
El alcohol desciende al enfriarse y el condensador frío proporciona un gradiente de temperatura pronunciado.
Cuando las huellas se emiten desde una fuente radioactiva, su punto de origen puede determinarse fácilmente.
Este volumen sensible se aumenta en altura empleando un gradiente de temperatura pronunciado y condiciones estables.
A menudo las huellas no son aparentes hasta que se forma un charco poco profundo de alcohol en la placa del condensador.
Este instrumento utiliza un líquido sobrecalentado, generalmente hidrógeno o xenón, en lugar de vapor.
Estas burbujas se iluminan y registran mediante cámaras fotográficas de alta velocidad.
Este dispositivo jugó un papel clave en el descubrimiento de partículas fundamentales, como los cuarks y las resonancias hadrónicas.
Gracias a sus contribuciones, Donald Glaser recibió el Premio Nobel de Física en 1960.
[9] Estos detectores han sido esenciales en múltiples áreas, desde la física nuclear hasta la astrofísica y la radiología médica.
Cuando una partícula cargada pasa a través del gas, provoca una ionización que desencadena una chispa entre las placas cuando se aplica un voltaje adecuado.
Las chispas, visibles a simple vista o capturadas por cámaras, muestran la trayectoria de la partícula.
Aunque no ofrecen una representación visual directa de las trayectorias, proporcionan una resolución energética y espacial sin precedentes.
Por ejemplo, los dosímetros personales, usados por trabajadores expuestos a radiación, funcionan con detectores inspirados en la cámara de niebla.