Durante las semanas del final de la Segunda Guerra Mundial, la base alemana de Peenemünde fue investigada por la inteligencia soviética, que contaba entre sus miembros con Alekséi Isayev, constructor de motores cohete.
Isayev encontró una copia de un informe de Sänger y Bredt,[1] cuya traducción pronto circuló entre los diseñadores de cohetes soviéticos, e incluso una versión resumida llegó a manos del propio Stalin.
En 1947, los estudios realizados indicaban que el alto consumo de combustible del cohete diseñado por Sänger hacía inviables a corto plazo los diseños basados en este concepto.
Utilizando los motores posiblemente disponibles en un plazo de tiempo razonable, el 95% de la masa inicial del vehículo tendría que ser el combustible propulsor.
Ya por entonces el diseño se había quedado obsoleto, superado por proyectos más avanzados.