Biofilia y Arquitectura

La definición de biofilia ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, utilizado por primera vez por el psicoanalista Erich Fromm,[1]​ quien señalaba que la biofilia es el amor a la vida, la pasión por todo lo viviente, es una pasión y no un producto lógico, no está en el ”Yo” sino que es parte de la personalidad.

Fue hasta 1995 que Stephen Kellert[3]​ da una nueva aproximación al término biofilia definiéndola como: “La innata afinidad humana por la naturaleza”.

En la Edad Media se presenta un cambio de pensamiento, es cuando entra la religión a tomar un papel organizador y regulador en la vida del hombre, donde no rompe con la relación hombre-naturaleza, sin embargo, pone a Dios en un valor absoluto y a la naturaleza en un valor relativo.

Es tan grave la desconexión del hombre con su entorno que ha prendido alertas en varios sectores, como en el discurso de Jorge Mario Bergoglio Sívori (Papa Francisco, BBC Mundo, 2015) donde proclamó en la sede de Naciones Unidas la existencia de un “verdadero ‘derecho del ambiente'” y mencionó que cualquier daño a este “es un daño a la humanidad”, también manifestó que los seres humanos “somos parte del ambiente” y que este “comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar”, finalmente resaltó que "la crisis ecológica junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad pueden poner en peligro la propia existencia humana".

En este vínculo existe la posibilidad de acercar la naturaleza al ser humano a través de la arquitectura, generando los espacios pertinentes donde el hombre sea capaz de conocer, comprender y mantener la naturaleza, ya que no es posible cuidar lo que no se conoce, asimilando de este modo el entendimiento del ser humano como una parte de la totalidad de la naturaleza y vivir así bajo un modelo ecológico, en el cual se preserve el planeta en simultaneidad que se preserva la salud del ser humano.