Benito Tristany

Peleó con varia fortuna, cometió excesos, por los cuales se le formó causa a instancias del barón de Eroles, pero favorecido por la reacción, fue puesto en libertad y el obispo de Solsona le devolvió las licencias para celebrar misa.

No solo fue perdonado, sino que obtuvo una canonjía en la colegita de Guisona, pasando en 1826 a otra de Gerona, donde fue mal recibido por el cabildo, que, según Pirala, conocía sus presuntos malos antecedentes morales y palpaba su supuesta insuficiencia intelectual.

Le dispensaron por tanto de asistir al coro y lograron que fijara su residencia en Barcelona.

Su jefe le ordenó que realizara una excursión por el Ampurdán, con el objeto de proporcionarle recursos que tanta falta le hacían, y durante ella se entregó, dice Pirala, «al más inicuo vandalismo».

[1]​ Según su sobrino Rafael Tristany, mosén Benet nunca quiso que se le retratase, razón por la que Francisco de Paula Oller, biógrafo de numerosos personajes carlistas, no pudo hallar ningún retrato suyo.