Beato

)[1]​ es un difunto cuyas virtudes han sido previamente certificadas por el papa y puede ser honrado con culto.

Con anterioridad debían transcurrir cincuenta años, pero el plazo se redujo para evitar la desaparición de pruebas.

Para que el culto sea extensivo a la Iglesia entera, debe continuar el proceso hasta la canonización: por este motivo, con la excepción de Juan Pablo II (cuya ceremonia de beatificación fue presidida por Benedicto XVI), las beatificaciones no son realizadas por el papa, aunque sí en su nombre, puesto que son un acto del magisterio aplicado a la diócesis concreta y no a la iglesia universal.

Durante su pontificado, el papa Juan Pablo II modificó considerablemente la práctica de la beatificación.

Puesto que el decreto de beatificación solo lleva consigo un juicio que ni es definitivo ni es irreformable, la mayoría de los teólogos no consideran la beatificación como una declaración infalible por parte del papa, contrariamente a la canonización.

Mafalda de Portugal , beatificada por el papa Pío VI el 27 de junio de 1792.
Beatificación de Juan Pablo II , celebrada en el Vaticano durante el Domingo de la Divina Misericordia de 2011.