Tuvo por maestros a su padre y a sus hermanos mayores, con los que tuvo que colaborar desde muy joven en sus trabajos docentes.
Por entonces se carteaba con Poggio Bracciolini discutiendo si eran mejores los comentarios a Virgilio de Donato o los de Servio; Poggio defendía al último.
También estudiaba los manuscritos de Catulo; le pedían que compusiese muchos epitafios y discursos en latín.
Desde 1460, cuando sucedió a su padre en la cátedra de Ferrara, no se movió de la ciudad y fue un formidable maestro, enteramente consagrado a la enseñanza: entre sus muchos alumnos ilustres, pueden recordarse a Regiomontanus (Johann Müller) entre 1462 y 1463; a Rodolfo Agrícola (Roelof Huusman) de 1475 a 1479; al húngaro Peter Garázda alrededor de 1469; a Giovanni Pico della Mirandola y al famoso impresor Aldo Manuzio desde 1479, a Celio Calcagnini y a Lilio Gregorio Giraldi a finales de siglo, y nuevamente Iacopo Costanzi, Daniele Fini, Bartolomeo Fonzio, Ercole Strozzi y Tebaldo Tebaldi.
En 1496 Isabella d'Este le exoneró de pagar gabelas y su situación económica mejoró un poco, hasta el punto de ponerse a construir una nueva casa.