Se libró entre Los Aliados que avanzaban hacia el norte de Italia y los defensores alemanes.
La batalla marcó la entrada de la Fuerza Expedicionaria Brasileña en la guerra en Europa.
Estos ataques sirvieron para que la opinión pública se volcara a la guerra, y Getúlio Vargas el 22 de ese mismo mes reconoció el estado de guerra entre Brasil y las fuerzas del Eje.
El primero consideró que las tropas brasileñas no podrían ser utilizadas en el Norte de África, porque eso traería una serie de problemas, las desventajas pesaban más que un posible beneficio.
Roosevelt apoyó la petición de Vargas, y se lo comunicó al general Marshall.
Debido a la falta de recursos, el EM del ejército brasileño decidió desplegar la Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB en adelante) en tres escalones, con cada escalón llevando una división y demás unidades de apoyo.
Allí por más de dos meses pasarían por la fase más cruel del invierno de montaña que a veces llegaba a los 15 grados bajo cero y sobre el constante fuego enemigo.
Las posiciones de artillería alemanas fueron consideradas privilegiadas, sometiendo a Los Aliados a una vigilancia continua, lo que dificultaba cualquier progreso hacia Bolonia y la Llanura Padana (también conocida como Valle de Po).
Durante la batalla final, se incorporaron refuerzos del 4.º Batallón de Montaña (Mittenwald), el cual estaba en reserva.
Sin embargo, en una poderosa contraofensiva, los hombres de la 232.ª División de Infantería alemana, responsable de defender el Monte Castello y el Monte Della Torraca, recuperaron las posiciones perdidas, forzando a los soldados estadounidenses y brasileños a abandonar los puestos que habían ganado, con la excepción del Monte Belvedere.
Mientras tanto, un evento inesperado que arruinó los planes de los Aliados ocurrió en la víspera del ataque: en la noche del día 28, los alemanes hicieron un contraataque sobre el Monte Belvedere, tomando las posiciones estadounidenses dejando expuesto el flanco izquierdo de los Aliados.
Inicialmente la FEB consideró posponer el ataque, pero dado, que la estrategia ya había sido perfilada, y que las tropas ya habían ocupado sus posiciones, se dio la orden de iniciar un nuevo intento, a las 7 en punto.
El clima probó ser extremadamente severo: la lluvia y los cielos nublados impidieron cualquier apoyo de la Fuerza Aérea y el lodo prácticamente imposibilitó la participación de tanques.
El agrupamiento del General Zenobio Acosta al principio logró obtener una ventaja, pero el contraataque alemán fue violento.
Con las condiciones climatológicas sin cambios, el 2.º y 3.er batallones del 1.er Regimiento de Infantería necesitó ayuda.
Otra vez el intento de conquistar el objetivo falló y causó 150 víctimas, dejando a 20 soldados brasileños muertos.
El 4.º Cuerpo confiaba en que el Monte Castello no se tomaría antes de Della Torraca.