Los margariteños, en gran inferioridad numérica, habían sido empujados cada vez más atrás por las fuerzas de Morillo en su marcha a la capital de la provincia, La Asunción.
El 31 de julio Morillo ordenó el asalto a la cima.
La batalla fue feroz, los españoles cargaron frontalmente presionando a los defensores.
El mismo general Esteban Gómez desenvainó su sable y combatió a los españoles recibiendo varios balazos.
A las 04:00 el combate se había decidido como un triunfo de los republicanos.