Esta ciudad fue destruida en el siglo IX, pero fue inmediatamente reconstruida por el obispo Rothaldus y el rey Pipino de Italia.
Finalmente, en 967, el obispo Raterius construyó el actual edificio románico, con la ayuda financiera del Emperador Germánico, Otón I.
Construida con toba color crema, la fachada está dividida en tres calles verticales, la nave central rematada con un frontón y las dos laterales con tejados inclinados, todos apoyados en pequeñas arcadas ciegas con pendiente.
Las intersecciones de las tres partes están marcadas por pilastras en ángulo que acaban en capiteles con hojas por debajo del frontón.
La arcada está hecha con mármol rosa y en el pasado debió contrastar en color con la piedra de la fachada, pero ahora difícilmente se aprecia.
La fachada está aún más dividida verticalmente por pilastras poco profundas, pasando visualmente a través de las columnillas y hacia el frontón.
El borde exterior del vano está decorado por sis figuras representando los altibajos de la vida humana.
Otros paneles muestran las tres Virtudes Teologales y, en los ocho más pequeños, temas relacionados con la música.
La cripta tiene una nave central con ocho laterales cuyos arcos se apoyan en 49 columnas, cada una con un capitel distinto.
En los arcos de la entrada, el escultor local Adamino da San Giorgio talló decoración con animales caprichosos y monstruosos.
El altar mayor alberga el sarcófago de los Santoa Lupicino, Lucilo y Crescenciano, todos obispos veroneses.
Sin embargo, sólo las pinturas de la parte superior son originales, puesto que las predelas se arrancaron por los franceses en el año 1797 y nunca las devolvieron.
Tiene frescos de épocas diversas, incluyendo una Última Cena y San Blas curando a los enfermos por Giorgio Anselmi.