Habiendo debilitado su vista en el estudio de documentos de la Edad Media, dirigió su atención a la epigrafía y numismática.
En Roma ordenó y catalogó varias colecciones de monedas, entre ellas las de la Ciudad del Vaticano, tarea que emprendió para el Papa Pío VII.
Su trabajo Nuovi Frammenti dei Fasti Consolari Capitolini (1818-1820) atrajo la atención del mundo por establecer las bases de una cronología de la historia de Roma.
Sus contribuciones a revistas sobre arqueología italiana formaron su buena reputación como numismático y anticuario.
La tarea fue realizada por la Academia de Berlín bajo el auspicio de Theodor Mommsen, teniendo como resultado la Corpus Inscriptionum Latinarum.