Sólo los viñedos de colinas con pendientes y orientaciones apropiadas son considerados aptos para su producción, y los terrenos deben ser primordialmente arcillosos-calcáreos.
Podían necesitarse más de 10 años para que el vino se suavizara y quedara listo para beber.
Los "tradicionalistas" han argumentado que los vinos producidos de esta manera no son reconocibles como barolo y saben más a roble nuevo que a vino.
La controversia entre los tradicionalistas y los modernistas ha sido llamada la «guerra del barolo».
Posteriormente, el 1 de julio de 1980, se le otorgó el reconocimiento como DOCG (Denominazione di origine controllata e garantita).