Auguste Marmont

Marmont, que contaba por aquel entonces quince años de edad, hizo inmediatamente suyos los principios revolucionarios, aunque pronto se vio afectado por el decreto que impedía el ascenso en la jerarquía militar a los procedentes de la antigua nobleza.

Estos conocimientos le resultaron enormemente útiles para acceder a la Escuela de Artillería, ya que se había familiarizado con los cálculos aritméticos necesarios para entender el alcance y potencia de los cañones.

En dicha escuela conocerá a uno de los más jóvenes y brillantes profesores: Napoleón Bonaparte.

Con la situación en Egipto estancada y Francia sumida en una profunda crisis, Napoleón planea su regreso en secreto.

Pese a este reconocimiento, queda profundamente resentido al no aparecer la relación de mariscales.

Marmont exhibe una gran habilidad en dicha campaña, por lo que es nombrado gobernador civil y militar de las Provincias Ilirias.

Su planteamiento estratégico fue un éxito, lo que le anima a plantar batalla al propio Wellington en la Batalla de los Arapiles o de Salamanca, donde será además gravemente herido en el brazo y el costado derechos.

Cedió el mando a Clausel, que logró salvar al Ejército francés retirándose hasta Burgos.

[2]​ Cayó sobre sus hombros un peso político que, sin duda justamente, le ha estigmatizado como ingrato y traidor.

Pero la orden para ese movimiento no llegó a ser dictada, ya que Marmont concluyó con los enemigos de Francia un acuerdo en virtud del cual las tropas que mandaba debían abandonar Essonne y retirarse por Versalles fuera del teatro de operaciones.

Se presenta ante Luis XVIII en Gante, siendo nombrado jefe de la Casa Militar del Rey.

Cuando Napoleón regresa durante los Cien Días, Marmont se retira al balneario de Aquisgrán.

En 1825, el rey Carlos X le envía como embajador extraordinario para asistir a la coronación del zar Nicolás I de Rusia.

Aunque él mismo se oponía a las medidas del rey, trató de cumplir con su cometido hasta que se le hace evidente que sus tropas no serán suficientes para frenar la revolución.

Finalmente, Metternich le autoriza a establecerse allí y le nombra tutor del duque de Reichstadt, que no era sino el hijo de Napoleón y que pasaría a la posteridad como Napoleón II.

Véase la larga y prudente nota de Sainte-Beuve, Conversaciones del lunes, vol.

Su nombre está inscrito en el Arco del Triunfo de París, aunque mientras se terminaban las obras del mismo no faltaron voces que se opusieron a registrarlo junto a los otros grandes mariscales napoleónicos.

Viaggio in Sicilia , 1840