Atorrante

En su forma femenina atorranta, según la etimología original, es ‘alguien que duerme o se acuesta en cualquier lugar’.

En tales caños pernoctaban los vagabundos a los que les decían atorrantes (tal cual se los menciona en la novela Quilito, de Carlos María Ocantos, hacia el año 1891), porque en tales caños figuraba la inscripción del titular de una empresa contratista e importadora de los caños llamada «A.

[3]​ La idea del pordioseo subyace en la explicación conforme la cual cuando, hacia el fin del siglo XIX, aparecía en los almacenes algún desocupado que solicitaba empleo, lo ponían a torrar el café, por lo cual el calificativo de «atorrante», que correspondía a quien hacía esa, tarea pasó a designar al sujeto mal entrazado, como era generalmente quien se ocupaba de la tostadora.

De ahí que se designase dicha palabra para referirse a alguien que no trabaja o no cumple con sus obligaciones o se despreocupa del prójimo.

Celedonio Flores en su tango Muchacho (1926) apostrofa «que decís que un tango rante»,[5]​ y en Corrientes y Esmeralda (1933) hace referencia a la «rante» canguela, otra voz lunfarda.

Un indigente o «atorrante» en 1890
Un «atorrante»