Durante la ofensiva rusa en Galitzia hacia Leópolis en 1914, el general Nikolái Ivánov arolló a las fuerzas austrohúngaras al mando del jefe del Estado Mayor Franz Conrad von Hötzendorf en la Batalla de Galitzia, logrando que el frente austríaco retrocediese más de ciento sesenta kilómetros hasta las montañas de los Cárpatos.
Przemyśl era una fortaleza de primera clase con una gran guarnición bajo el mando del General Kusmanek.
Durante tres días, los rusos atacaron, no lograron avances y sufrieron cuarenta mil bajas.
Las pérdidas de los rusos ascendieron a unas 10 000 personas (3 000 - 4 000 muertos, el resto fueron heridos y prisioneros capturados por los austriacos).
Del 5 al 7 de octubre, las tropas rusas asaltaron la fortaleza frontalmente, pero todos los ataques fueron rechazados con grandes pérdidas.
[1] Ese mismo día se llevó a cabo un segundo asalto desde el norte sobre los fuertes Xa "Pruchnicka Droga", XIa "Cegielnia", XI "Duńkowiczki" y XII "Żurawica", siendo rechazados los atacantes.
Sin embargo, una vez liberada la ciudad del primer asedio, resultó extremadamente difícil este aprovisionamiento.
En el período entre los asedios, se creó una línea de defensa adicional.
No obstante, no había una total unión entre los defensores austrohúngaros, había desconfianza entre las poblaciones militares y civiles de diferentes nacionalidades,[3] varias órdenes militares tenían que ser emitidas hasta en 15 idiomas diferentes, y los oficiales y soldados eslavos estaban en peligro de rendición colectiva.
Las fuerzas de Dimitriev, sin embargo, fueron asignadas al norte, relevándole del esfuerzo principal en la zona.
El 11.º Ejército ruso al mando del General Andréi Selivanov asumió las operaciones de asedio.
Selivanov no ordenó ningún ataque frontal como había hecho Dimitriev, sino que trató básicamente de someter a la guarnición por hambre.
Helena Jablonska, una mujer polaca acomodada, escribió en su diario refiriéndose a los judíos:[7] Por su parte, Selivanov obtuvo la artillería suficiente para reducir la fortaleza.
Una improvisada línea de defensa detuvo temporalmente los asaltos rusos y dio a Kusmanek el tiempo suficiente para destruir todo lo que quedaba en la ciudad que consideró pudiese ser útil a los rusos.
Con nada útil dentro de ella ya, Kusmanek no tuvo más remedio que rendirse.
En las noches que siguieron a la salida del día 19, los rusos atacaron sin éxito los fuertes de Przemyśl, porque las tropas austríacas defendieron la fortaleza con un valor extraordinario.
A partir del día 19 las raciones que se repartían en la plaza eran más limitadas.
Los sacrificios hechos durante los últimos episodios de la defensa no merecen menos elogios que los primeros ataques al comienzo del sitio.
Esta ofensiva nunca se produjo, pero incluso así la pérdida de Przemyśl fue un duro golpe a la moral del Imperio austrohúngaro.