Sin embargo, la inesperada llegada de un poderoso ejército español a las puertas de la ciudad provocó que los protestantes perdieran su empeño inicial y rindieran su ciudad a Spínola.
Se instaló una guarnición católica en Aquisgrán y comenzó el proceso de volver a imponer la fe romana en la urbe germana.
[4][5] Debido a que la jurisdicción sobre Aquisgrán era reclamada tanto por el duque de Jülich como por el obispo de Lieja, ambos católicos, la población católica hizo un llamamiento al primero, que a su vez manifestó sus quejas ante el emperador Rodolfo II reclamando que se habían violado sus derechos eclesiásticos sobre la ciudad.
La consiguiente re imposición del catolicismo en la ciudad fue llevada a cabo por el arzobispo de Colonia.
[6] Cinco ciudadanos fueron detenidos por ignorar el decreto de la ciudad y desterrados porque se negaron a pagar la multa.
[6] El emperador Rodolfo II ordenó a los príncipes de Brandeburgo y del Palatinado-Neoburgo que restauraran en Aquisgrán la situación religiosa y política previa bajo la amenaza de una prohibición.
[7] Sin embargo, los protestantes ignoraron la orden e incluso hirieron de gravedad a un emisario imperial enviado para implementar el edicto del emperador.
Desde Maastricht, el ejército español penetró en Renania acompañado por Guido Bentivoglio, el nuncio apostólico en Bruselas, y dos comisarios imperiales.
[14] Para evitar que los holandeses prestaran socorro a Aquisgrán desde Jülich, Spínola destacó al resto de su caballería para bloquear el camino entre ambas ciudades.
Aunque los soldados del ejército español esperaban saquear la ciudad porque llevaban varios años de inactividad debido a la Tregua de los doce años con la república holandesa, que había comenzado en 1609, Ambrosio Spínola se lo prohibió y las tropas hispanas no llegaron a entrar en la ciudad.