Si bien, ya entonces se hacía uso de la palabra «as» entre las Potencias Centrales en referencia a los pilotos con diez o más derribos «con muertes confirmadas», aunque no se realizaban registros oficiales de esta clasificación.
Los alemanes tampoco tenían una clasificación, pero sí publicitaban a los aviadores que habían destruido el mayor número de aeronaves aliadas.
Durante la guerra, la definición de «as» por los distintos ejércitos beligerantes variaba sustancialmente.
Las fuerzas aliadas, en cambio, tenían más difícil poder confirmar con certeza sus victorias aéreas, ya que combatían en espacio aéreo enemigo, no pudiendo testificar las bajas desde el suelo ni se capturaban aviadores enemigos de aparatos dañados, ya que estos aterrizaban en su propio territorio.
Se contabilizaban por tanto «victorias técnicas» cuando los aeroplanos enemigos eran vistos «hundirse», «forzados a aterrizar» o «fuera de control».
El piloto Arthur Spurling y el artillero Frank Bell atacaron una treintena de cazas Fokker D.VIIs alemanes.
El piloto Arthur Gould Lee del 46.º escuadrón narró en una carta a su mujer sus cinco victorias individuales y las seis compartidas, añadiendo que estaba lejos de alcanzar el estatus de as.
El primer as considerado como tal por los británicos fue Albert Ball, fallecido en 1917 a la edad de 20 años.
Algunos mandos estadounidenses también acreditaron aviones destruidos en tierra como si fueran victorias aéreas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Katya Budanova alcanzó 11 y Lydia Litvyak consiguió 12 victorias.
La principal razón de reclamos ambiguos o inapropiados se debe a la confusión en combate en tres dimensiones y en altas velocidades.
En conflictos de buena parte del siglo XX, los aviadores que combatían «en casa» podían verificar los derribos mediante inspección del terreno y testigos oculares, por lo que sus reclamos eran mucho más verificables.
Naturalmente, también han influido en la exageración de las cifras la competitividad —muy pronunciada en aviadores militares— y el deseo de reconocimiento, sobre todo en entornos donde los resultados son difíciles de comprobar (también aquí, «jugar en casa» limita esta práctica, razón por la cual los datos aportados por los aviadores alemanes, sobre todo en la Primera Guerra Mundial, resultaban más rigurosos).
Por otra parte, también la competitividad entre países beligerantes ha llevado a reclamos difíciles de conciliar.
De este modo, haber abatido un caza en un dogfight cuenta lo mismo que haber interceptado a un bombardero e incluso un avión que transportaba armas o personal al frente.
Cada país con una fuerza aérea que ha luchado activamente en un conflicto bélico suele tener su propio as de ases.
Durante la Segunda Guerra Mundial 68 pilotos americanos alcanzaron dicho logro: incluyendo a Joe Foss, Chuck Yeager, y David McCampbell, que destruyeron nueve aviones japoneses en una única misión.
[28] Estos demostraron que, aunque en teoría la Luftwaffe no aceptaba matar sin un testigo, lo que se consideraba solo probable, en la práctica algunas unidades presentaban habitualmente reclamaciones sin testigos y, a veces, pasaban por el proceso de verificación, especialmente si eran realizadas por pilotos con registros ya establecidos.
En teoría, cada reclamo separado debería referirse a un avión en particular, pero en la práctica se otorgaron algunas victorias a otros pilotos que habían reclamado la destrucción del mismo avión.