La expresión artística elamita se caracteriza por una combinación única de estilos locales e influencias externas, dando lugar a un lenguaje visual particular.
[1] Durante el período elamita antiguo, Elam se consolidó como un reino centralizado y la producción artística floreció junto con su estabilidad política.
Durante esta época, se construyeron grandes complejos arquitectónicos, como el templo de Inshushinak en Susa, que incluía relieves y esculturas dedicadas a las deidades elamitas.
[3] En este periodo se usaron materiales vítreos por primera vez para decorar las paredes de edificios prestigiosos.
[12] El arte elamita fue influenciado por las culturas vecinas, incluyendo la mesopotámica, asiria y persa, pero siempre manteniendo elementos autóctonos.
[14]El arte elamita cumplía diversas funciones, desde la decoración y la expresión religiosa hasta la comunicación de mensajes políticos e ideológicos.
La realeza elamita se representaba en esculturas y relieves, destacando a los monarcas en contextos rituales o de batalla.
[28] Finalmente, el énfasis en el entorno natural es una característica distintiva del arte elamita, evidenciando su estrecha relación con el paisaje y sus elementos.
[28] Los sellos reales, por su parte, se utilizaban para consolidar la dinastía y la unidad del reino.
[42] Las cabras, especialmente el íbice, también formaban parte de la jerarquía simbólica, aunque en un nivel inferior, siendo recurrentes en la iconografía y la arquitectura elamita.
[48] El arte elamita cumplía diversas funciones, desde expresar creencias religiosas hasta consolidar el poder político y social.
La iconografía de sacerdotes realizando ritos, a menudo desnudos, subrayaba la importancia del culto en la vida elamita.
[54] Los palacios reales neoelamitas presentaban elementos de diseño como frisos, paneles y clavos decorativos.
[52] En algunos palacios se han encontrado talleres dedicados a la producción artística y artesanal especializada, así como escuelas de escribas.
Estos elementos permitían la creación de acroteras, placas con protuberancias, clavijas ornamentales, prótomos figurativos y ladrillos silíceos.
[55] Los artistas elamitas emplearon una variedad de materiales, entre ellos arcilla, piedra, betún, metal y loza.
La arcilla era común en esculturas de menor tamaño, mientras que la piedra y el metal se destinaban a obras monumentales.
[57] Los temas escultóricos incluyen tanto figuras humanas —como deidades, gobernantes, adoradores y mujeres— como representaciones de animales, ya sean naturales o híbridas.
[60] También incorporaban animales, tanto reales como fantásticos, como leones, toros, íbices, grifos y serpientes, reflejando su profundo simbolismo.
[62] Las técnicas variaban desde incisiones geométricas en sellos[61] hasta figuras en alto y bajo relieve con un notable grado de elaboración.
[66] La cerámica elamita evolucionó a lo largo de distintos períodos, reflejando tanto influencias locales como foráneas en su desarrollo técnico y estilístico.
Además, el arte glíptico protoelamita refleja una notable homogeneidad cultural entre las principales estructuras políticas del oeste, centro y este de Irán.
[71]La glíptica de finales del período neoelamita muestra nuevas tendencias, con figuras más estilizadas y cercanas al estilo persa.
Sus orfebres dominaban diversas técnicas, entre ellas el repujado, la filigrana, la granulación y la cera perdida para la fundición.
[82] Además, ciertos anillos sugieren que algunos de estos objetos pudieron haber adornado coronas divinas, reforzando su vínculo con lo sagrado.
El arte elamita ha dejado un legado de obras maestras que destacan por su belleza, técnica y significado cultural.
Estas piezas, que abarcan desde esculturas monumentales hasta objetos decorativos: Elaborada en bronce mediante la técnica de la cera perdida, esta escultura del siglo XIII a. C. mide aproximadamente 1,30 metros de altura y representa a la reina Napir-Asu con un vestido ricamente ornamentado, reflejando su estatus y autoridad.
Tallada en piedra, esta escultura del periodo medio elamita (c. 1600–1100 a. C.) representa a la diosa Narundi sentada en un trono, con un tocado elaborado y rasgos faciales meticulosamente esculpidos.
[84] Los sellos cilíndricos elamitas, tallados en piedra o cerámica, se utilizaban para imprimir diseños en arcilla húmeda, desempeñando un papel crucial en la administración y la vida cotidiana.
[85] El arte elamita fue redescubierto en el siglo XIX gracias a las excavaciones arqueológicas en sitios como Susa y Chogha Zanbil.