Se clasifican en cuatro grupos, con base en el origen del apodo: uno o más nombres de pila, designaciones de profesiones, descripción física y referencias geográficas que algunos describen alguna característica específica en el dialecto correspondiente a la zona en la que se originaron.
Por ejemplo, el apellido Ahrend se convirtió, con el tiempo, en Ahrends, al añadirle la terminación -s correspondiente al caso genitivo del alemán (en alemán, la frase Ahrends Sohn equivale en español a "el hijo de Ahrend").
Dado que muchos de los primeros registros urbanos se escribieron en latín, era frecuente que se usara el plural genitivo -i como, por ejemplo, en Jakobi o en Alberti o (escrito con -y) en Mendelssohn Bartholdy.
Los nombres de características físicas se tomaron como apellidos en casos como Kraus (pelo ondulado), Schwarzkopf (cabeza negra), Klein (apodo, pequeño) y Groß (grande).
Con el tiempo, la ortografía se ha modificado frecuentemente para reflejar la pronunciación efectiva en alemán (Sloothaak, del neerlandés Sloothaag).
Otros adoptaron apellidos alemanes tradicionales para no llamar la atención, como los conocidos Meyer o Löwe, que podría referirse tanto a la palabra alemana 'Löwe' (león) como a la tribu judía de Leví.
Muchos nombres de familias no poseen una conexión obvia con una comunidad, ocupación o descripción geográfica.