Fue reconocida tempranamente debido a que el grabador mexicano José Guadalupe Posada realizó para ella una parte fundamental de su obra gráfica.
Una vez instalados, su padre fundó un taller de encuadernación en cuyas labores Antonio se involucró.
La muerte del editor Antonio Vanegas Arroyo sería muy sentida no solo por sus familiares y amigos, sino también, según cuenta Nicolás Rangel, por los “papeleritos” que vivían de la venta ambulante de los impresos por él producidos.
De cuatro en cuatro fueron turnándose durante el día y toda la noche, hasta que los restos mortales del folklorista mexicano don Antonio Vanegas Arroyo fueron a descansar para siempre en el Panteón de Dolores.
Otro rasgo en común con la tradición de las imprentas europeas es precisamente el régimen gremial y la división del trabajo.
Había espacios y funciones diferenciados para cada una de las partes que involucraba el impreso: escritores, grabadores, cajistas, impresores, vendedores, etc.
En el taller estaban sólo quienes hacían los trabajos más directos, como los cajistas, tipógrafos, prensistas e impresores.
[3] Así, algunos de los escritores que publicaron en los impresos de Vanegas Arroyo fueron: Constancio S. Suárez, Arturo Espinosa alias “Chónforo Vico”, Raymundo Díaz Guerrero, Juan Flores del Campo, Francisco Osácar, Rafael Romero, entre otros.
Los avances en la tecnología de la imagen hicieron variar el producto que los artistas gráficos entregaban al editor y que luego él se encargaba de hacer imprimir y reimprimir.
Manilla trabajó principalmente con planchas de plomo en las que grababa la ilustración; Posada, aunque también empleó el plomo, por la gran cantidad de encargos que recibía del editor y por la prisa por sacarlos, echó mano también del fotograbado, mediante el que “[…] le podían sacar foto a un dibujo, hacer un negativo y luego una placa de zinc, con la cual se imprimía”.
[10]Esta variedad atañe a todos los elementos antes mencionados: formatos, temas, géneros y formas, pero también en cuanto a sus prácticas de consumo y de lectura, pues hubo impresos para todos los bolsillos, así como para variopintos usos: instructivos, devocionales, lúdicos, informativos, para ser cantados, recitados, leídos, memorizados, vistos, colgados en las paredes, etc.[11] Una organización a partir del formato del impreso puede ser un buen camino de entrada hacia esta diversidad.
Su estructura básica fue la de un íncipit o título llamativo que anunciaba el tema a tratar, un grabado ilustrativo, un texto en prosa y alguno más en verso.
Otra de sus características es que Vanegas Arroyo los publicó organizados en colecciones y series numeradas.
Son muchos los géneros religiosos que se imprimieron en los cuadernillos, tal como: silabarios, visitas, devocionarios, coloquios, loas, pastorelas y novenas para las posadas.