Trabajó como dibujante en los estudios de los arquitectos Juan María Aubriot y Silvio Geranio, descubriendo su vocación por el arte.
El contacto para llegar a tomar clases con este escultor -por el que Europa toda tenía un gran respeto considerándolo como uno de los seguidores más fervientes de Rodin- se debe a las gestiones del cónsul uruguayo en Viena Eliseo Ricardo Gómez.
El maestro Antón Hanak los aceptó con beneplácito y los introdujo en su pensamiento plástico, que llevaba como signo vital la talla directa.
Ciertamente los jóvenes escultores practicaban una forma diferente de escultura como es el modelado.
Cabe señalar que por este tiempo se había generado en el norte europeo una corriente que llevaba a un plano inferior el modelado, defendiendo a ultranza la etimología de la palabra esculpir (sacar de la piedra).
Pena va a realizar entonces como primer trabajo con Hanak el retrato "ideal" de su esposa tallado directamente.
En una carta enviada desde el Viejo Mundo a un amigo, enterado del disgusto de la crítica e invitado a intervenir en una exposición, proponía que expusieran esa obra que él consideraba acabada.
Los dibujos de Hanak son, se podría decir, hermanos de los de Rodin, quien dejaba correr la pluma con tinta o simplemente el lápiz acuarelando el dibujo; Hanak utilizando tinta violeta o azul dejaba correr la tinta y luego buscaba con el lápiz o con la pluma definir la forma.
En sus dibujos, en sus esculturas de carácter intimista aparecerán estos personajes sin otra razón -a no ser la estética- que llevar a la idealidad de la representación, los valores como la belleza (Venus), la fuerza (Heracles), la música (Orfeo), y otros mitos clásicos.
En Francia se entusiasmó con la obre de otro escultor fundamental en la estética del siglo XX, Aristide Maillol, quien reinterpretó las formas clásicas.
Los volúmenes amplios con que trabajaba le permitían a la luz correr sin detenimientos, sus desnudos femeninos -ampulosos en el más amplio sentido mediterráneo- le han de revelar al joven escultor una faceta nueva que incorporará a su vida y que le hará producir una serie de figuras impecablemente mediterráneas, donde queda en evidencia su amor a la forma plena, que deja al descubierto su sensibilidad y donde se denuncia un estilo estrictamente personal y atemporal, sin por ello falsear su época.
No está de más agregar (y esto lo se por la tradición oral del escultor Moller de Berg, quien compartió las clases de Bourdelle con Pena) que cuando el viejo maestro no iba a su clase, Pena era el designado por el propio Bourdelle para hacer una corrección o dar un consejo autorizado.