La vida y obra de Caron están muy ligadas a la Escuela de Fontainebleau, movimiento cultural iniciado por Francisco I con la importación del arte manierista italiano a suelo francés.
El artista siguió fielmente la línea marcada por estos maestros, cultivando un arte aristocrático, refinado, con algunas características bastante peculiares.
Si hay algo que singulariza su pintura, es la preferencia por los temas alegóricos, mitológicos o históricos, siempre con un matiz extravagante.
Seguramente este tipo de obras eran demandadas y apreciadas en el ambiente cortesano en el que desarrolló su arte.
[1] Otro de los elementos más reconocibles de su estilo es el libre uso del color, con preferencia por los tonos tornasolados y ácidos y los contrastes cromáticos llamativos; todo ello dará como resultado una pintura caracterizada por su decorativismo.