Un halo[1] es el efecto óptico en forma de disco alrededor del Sol o la Luna y que presenta un anillo iridiscente en su circunferencia exterior.
Usualmente se ve en lugares fríos como Antártida, Alaska, Groenlandia, norte de Escandinavia, zonas boreales de Rusia, Canadá y Reino Unido, aunque también ha sido visible en países con clima tropical como Bolivia , Paraguay,[2] Argentina, Venezuela, Guatemala, Colombia, Ecuador, Costa Rica, República Dominicana, Perú, Panamá, Nicaragua , México y otros.
Puede ocurrir en cualquier lugar, si se dan las condiciones atmosféricas adecuadas, como por ejemplo fuera de las áreas polares, en zonas donde se estén desarrollando tormentas o haya mal tiempo, o en zonas templadas cuando el aire atmosférico posea ligeras nubes cristalizadas por el frío (casi siempre nubes del tipo cirrostratus).
La tropósfera se hace cada vez más fría con la altura y en su límite superior, aproximadamente a 10 km, la temperatura es de –65 °C.
Solamente se han visto anillos cuando la Luna está próxima a ser llena.
Un enfoque experimental aún más indirecto consiste en encontrar geometrías de refracción análogas.
Las primeras recetas químicas para generar halos artificiales fueron propuestas por Brewster y profundizadas por A. Cornu en 1889.
[11] Los primeros estudios experimentales sobre el fenómeno del halo se han atribuido[12] a Auguste Bravais en 1847.
Al iluminarlo con luz blanca paralela, producía un círculo parhelicoidal artificial y muchos de los parhelios incrustados.
De forma similar, A. Wegener utilizó cristales giratorios hexagonales para producir subhelios artificiales.
Incluso antes que Bravais, el científico italiano F. Venturi experimentó con prismas puntiagudos llenos de agua para demostrar el arco circuncenital.
Otros cristales como el NaF también tienen un índice de refracción cercano al hielo y se han utilizado en el pasado.
La primera máquina de este tipo se construyó en 2003;[24] le siguieron varios más.