Fue bautizada en la misma pila que el pintor Salvador Dalí y vivió hasta los siete años en su Figueras natal.
En 1993 fundó, con Gumersindo Puche, Atra Bilis, compañía con la que ha montado numerosas obras.
Su teatro, que huye de toda dramaturgia convencional, tiende a mostrar los aspectos más oscuros de la realidad contemporánea: el sexo y la muerte, la violencia y el poder, la locura...
En el periódico El País, Javier Vallejo afirma que «Angélica Liddell se autorretrata sin pudor, como Frida Kahlo o Charley Toorop.
Frágil, menuda, en escena parece San Jorge y el dragón metidos en un solo cuerpo.
Abraham, pese a que el mandato es desconcertante, pues supone transgredir las leyes de los hombres e incluso la ley divina puesto que Dios repudia los sacrificios humanos, lleva a su hijo al monte Moriah para entregarlo.
Asociando esta distorsión al estado de enamoramiento, que encuentra su mejor expresión en la poética religiosa (Santa Teresa de Ávila), íntimamente relacionado con la adoración al amado (Dios).