Andréa de Nerciat

En 1780 fijó su residencia en Prusia, como asesor y sub-biblitecario del francófilo Federico II, conde de Hessen-Kassel.

Luego volvió a Francia, reemprendiendo su carrera militar y de espía, con viajes a Holanda y Austria en 1788, año en que se le concedió la croix de Saint-Louis, probablemente como recompensa por tales servicios.

El francés terminó quitándolo de su nómina por ello, pero María Carolina, a quien De Nerciat caía bien, lo colocó en la suya y le encomendó una misión ante el papa en Roma.

Parece que De Nerciat empezó a escribir hacia 1770, produciendo por entonces tres novelas: Félicia, ou Mes fredaines, Le Diable au corps y Les Aphrodites ou fragments thali-priapiques pour servir à l'histoire de plaisir.

En 1788 se publicó una pequeña obra galante titulada Le Doctorat impromptu.

Otras dos que debieron escribirse por la misma época, las novelas eróticas Mon Noviciat, ou les Joies de Lolotte y Monrose, ou le Libertin par fatalité no se publicaron hasta 1792, cuando De Nerciat se encontraba en Liège y colaboraba con el impresor Desoer.

Al año siguiente se publicó por primera vez Les Aphrodites en las mismas condiciones de autenticidad y en ocho partes, con un grabado cada una, que podían encuadernarse en uno o en dos volúmenes.

De Nerciat escribió además varios volúmenes de piezas breves (Les Rendez-vous nocturnes, Les Amants singuliers, Les Galanteries du jeune chevalier Faublas, aparte del ya mencionado Contes nouveaux), así como poesía de naturaleza épica y amorosa.

Estando en Estrasburgo, en 1778, dio a la imprenta la comedia Dorimon, ou le Marquis de Clairville, que se había estrenado en Versalles en 1775 sin ningún éxito.

Y durante su estancia en Kassel escribió el texto y la música de una ópera cómica, Constance, ou l'Heureuse Félicité, que tuvo muy buena acogida al representarse en la corte.

Las obras de De Nerciat no tienen pretensiones ideológicas ni políticas, inaugurando así el camino que iba a seguir la literatura erótica a partir del siglo XIX.

Andréa de Nerciat en un grabado de Félix Bracquemond (1833-1914).