En oposición a este principio, el anarquista pacifista propone el rechazo total a la violencia, provenga de quien provenga, al mismo tiempo que defiende la creación de una sociedad organizada bajo los principios anarquistas.
En el caso de que el anarquismo, ya sea anarquismo pacifista o socialista libertario, se basase en un modo claro de organización a imponer al pueblo tras la revolución social chocaría con el antiautoritarismo porque se mutilaría la voluntad de los individuos para organizarse según crean oportuno.
Esto, junto con el uso de la violencia para el logro de fines políticos, es clave para entender la crítica anarcopacifista al marxismo y, sobre todo, al marxismo-leninismo, aunque estas teorías clásicas proclamen también la democracia desde abajo.
Sin embargo, discrepa en cuanto a quién debe hacer estas leyes, pues desde el ideal anarquista y de la acción directa, no debe haber personas o entidades que monopolicen o controlen dicho poder.
Uno de los líderes sociales que defendieron a mediados del siglo XX esta forma de resistencia no violenta, laica y democrática (con muchos puntos en común con el anarcopacifismo), fue Gandhi, cuya acción en contra del imperialismo británico en la India desembocó en la independencia de este país.