Aunque estos anales fueron sin duda destruidos en la época del incendio de Roma por los galos, fueron restaurados hasta donde fue posible y continuaron actualizándose hasta el pontificado de Publio Mucio Escévola, quien finalmente los publicó en ochenta libros.
Cicerón, comparando estos escritores con los antiguos logógrafos jónicos, dice que no prestaban atención a los adornos, y consideraban que los únicos méritos de un escritor son la inteligibilidad y la concisión.
Al principio escribieron en griego, en parte porque aún no se había formado un estilo nacional, y en parte porque el griego era el idioma de moda entre los eruditos, aunque probablemente también se publicasen versiones latinas.
Fue hecho prisionero por Aníbal,[2] quien se dice le dio detalles de su paso por los Alpes.
Con Catón el Viejo empezó la composición histórica en latín, despertándose un interés más vivo por la historia de Roma.