Esto se aplica también a grupos de palabras o frases.[1] Los anagramas no tienen por qué tener ninguna relación gramática o semántica entre sí, salvando, quizá, alguna coincidencia.Un célebre ejemplo de esto último es el seudónimo Voltaire, que, según una teoría, fue escogido por ser anagrama de «Arouet, l[e] J[eune]» (Arouet, el Joven)[2] con la consideración de que i y j son la misma letra, al igual que u y v, como ocurre en latín.Los programas informáticos o las herramientas en línea[3] ofrecen una vía mucho más rápida para crear anagramas.Esto se utiliza para hacer que la palabra original no sea reconocible y obtiene mucha importancia dentro de la criptografía.