Ana Sforza

Bella, agradable, «mansa, afable y cortés», ya desde el nacimiento fue destinada por razones políticas a casarse con Alfonso, heredero de Hércules I de Este.

La novia y el novio tenían ambos quince años cuando, en enero de 1491, tuvo lugar su boda entre banquetes, recepciones y representaciones teatrales, organizadas por Leonardo da Vinci.

Sin embargo, el matrimonio fue infeliz: Ana, descrita como «sin feminidad» y pasando la mayor parte del tiempo vestida como un hombre, se negó a consumar su unión, prefiriendo la compañía de mujeres, y pasó todas las noches con una esclava negra.

Madre e hijo fueron enterrados juntos en el monasterio de San Vito, del que la joven Sforza era benefactora.

Su muerte marcó el final de la unión entre las familias Sforza y Este.