Cuando Alonso tenía doce años, en su casa fueron alojados Pedro Fabro y otro jesuita, cuyas enseñanzas atesoró.
Su padre Diego Rodríguez, mercader de lana, se arruinó cuando Alonso tenía veintitrés años, y dejó el negocio a su hijo.
La muerte de su tercer hijo, no mucho después, lo decidió a abandonar el mundo e ingresar en una orden religiosa.
Lo intentó con la jesuitas, pero su falta de formación académica y su edad, 39 años, impedían sin embargo que fuera aceptado en la orden.
[4] Dejó un número considerable de manuscritos, que no fueron publicados hasta 1885 como Obras espirituales del B. Alonso Rodriguez (Barcelona, 1885, 8 tomos.).