Si a estas dificultades se añaden las tentativas hechas antes que se supiese cortarlos para unirlos con costuras a fin de proteger los pies de los cuerpos duros, comprobaremos esta realidad.
Este medio bien sencillo basta para poder andar con rapidez por espacio de días enteros.
[2] Los zuecos se hacen de álamo blanco, abedul, castaño, olmo y haya.
Durante esta operación, con una varita miden el interior y calculan el grueso que deben dejar intacto para no atravesar la madera; después de haberlo acanalado todo, toman otra gubia plana y encorvada para quitar definitivamente las aristas.
[2] Terminado el interior del zueco enganchan la cuchilla a un anillo colocado en el tajo con la cual desbastan rápidamente todo lo que hay de más en el espesor de la madera y dan a los zuecos la forma que les conviene.