Su padre muere al estallar la Revolución Mexicana, de una terrible depresión cuando los revolucionarios ocupan y le enajenan la hacienda, perdiendo también su carbonera.
Incluso aunque habiendo solamente cursado la mitad de la primaria, Alfonso aprendió a hablar inglés cuando en sus ratos libres jugaba al tenis con un americano, mismo que le contagió la afición por dicho deporte.
Posteriormente, desempeña su último cargo público como secretario en la Secretaría de Obras y Servicios del Distrito Federal.
[2] En 1973, muere su segundo hijo Alfonso Salvador, en un accidente automovilístico, razón por la cual se hunde en una terrible depresión y deja el ámbito político.
Hank González se encargó del mejor servicio médico e inmediatamente fue trasladado a Houston, Texas.
Aunque nunca se recuperó del todo, en años postreros de su vida fue galardonado con múltiples reconocimientos políticos y sociales en actos solemnes frente a un país agradecido que le recordaría con mucho aprecio.