Alexander Gregory Barmine

Después de instalarse en Francia se trasladó a los Estados Unidos, donde se alistó en el Ejército como soldado durante la Segunda Guerra Mundial, prestando servicio en la artillería antiaérea y más tarde en la Oficina de Servicios Estratégicos (Office of Strategic Services).

Enviado a la academia de oficiales del Ejército Rojo participó en varias batallas.

Se casó con una viuda que tenía importantes contactos en el Partido Comunista, Olga Federovna, y los dos viajaron a Turkestán Soviético para trabajar en el aparato del partido.

De regreso a Moscú la pareja tuvo dos hijos gemelos, pero su esposa murió en el parto.

Barmine estudió en Kiev y Moscú, en la Academia Militar Frunze (Военная академия им.

Durante este tiempo, Barmine estuvo prestando servicios en el Ministerio de Relaciones Exteriores y permaneció a la legación soviética en Atenas, Grecia.

Constantemente seguido por agentes de la NKVD, Barmine decidió desertar a Occidente.

Escribió en su libro “Soy un superviviente” (“One Who Survived”) que "si yo hubiera llegado a ser apresado como el resultado de alguna vil mentira... [mi familia] habría creído el comunicado oficial.

Más tarde se reveló que el NKVD soviético, bajo Nikolái Yezhov, gastó 300.000 francos franceses para llevar a cabo la operación.

De los cuatro que he nombrado, únicamente Barmine ganó la partida a sus perseguidores.

[2]​ Tras un periodo en el que redactó artículos para diversas revistas, así como su segundo libro (1945), Barmine se unió a la Voz de América en 1948, prestando servicios durante dieciséis años como director de sus emisiones para Rusia.

[6]​ En 1952, Barmine testificó bajo juramento, ante un Subcomité del Senado para la Seguridad Interior (Comité McCarran) que había sido informado por el director del GRU soviético, Bērziņš, de que Lattimore era "uno de los nuestros".

[16]​ Publicó su primer libro sobre el terror de Stalin, “Memorias de un diplomático soviético" (“Memoirs of a soviet diplomat; twenty years in the service of the U.S.S.R.”), en 1938.

Allí escribió: «Cuando trabajo en mi libro siento como si estuviera caminando por un cementerio.