Fue aquí donde conoció al príncipe Bismarck, con quien entabló una amistad que luego se renovó en San Petersburgo.
Por el momento, sin embargo, hizo de la necesidad una virtud, y Alejandro II, reconociendo la sabiduría y el coraje que había exhibido Gorchakov, lo nombró ministro de Relaciones Exteriores en lugar del conde Nesselrode.
[3][5][6] No mucho después de su ascensión al cargo, Gorchakov envió una circular a las potencias extranjeras en la que anunciaba que Rusia se proponía, por razones internas, mantenerse lo más libre posible de complicaciones en el extranjero, y añadió la ya histórica frase: La Russie ne boude pas; elle se recueille ("Rusia no está de mal humor, se está recomponiendo").
En julio de 1863, Gorchakov fue nombrado Canciller del Imperio Ruso, expresamente en recompensa por su audaz actitud diplomática hacia una Europa indignada.
Eso parecía igualmente favorable para Austria y Prusia, pero fue esta última potencia la que obtuvo todas las ventajas sustanciales.
Se hizo un intento de formar una coalición antiprusiana, pero fracasó debido al entendimiento cordial entre los cancilleres alemán y ruso.
Sin embargo, las cordiales relaciones entre los gabinetes de San Petersburgo y Berlín no duraron mucho más.
Bulgaria, la más importante, se amplió considerablemente para servir como potencia dominante en los Balcanes y quedar bajo control ruso.
Gorchakov fue honrado como primer plenipotenciario pero dejó al segundo plenipotenciario, el Conde Shuvalov, no sólo la tarea de defender los intereses rusos sino también la responsabilidad y el odio por las concesiones que Rusia tenía que hacer a Gran Bretaña y Austria.
[8] Como diplomático, mostró muchas cualidades brillantes: destreza en la negociación, incisividad en la argumentación y elegancia en el estilo.