Fue juzgado y condenado a muerte en 2006 por el Alto Tribunal Penal iraquí y ejecutado en 2010, a los 68 años.
También ocupó cargos relevantes durante las sucesivas represiones a las revueltas de kurdos y a las de chiíes (como la denunciada por la Human Rights Watch en 1999, en la que fallecieron cientos de personas en la población de Basora).
Por todo ello, la mayoría de las organizaciones que luchan por la defensa de los derechos humanos, así como gobiernos como el estadounidense, le consideran un criminal de guerra.
Declaraciones de un alto mando (el mayor Andrew Jackson) afirmaron haber encontrado su cadáver junto al de su guardaespaldas y al del jefe de la inteligencia iraquí.
Llegó a ser el quinto iraquí más buscado, según los naipes publicados por el Gobierno estadounidense con los rostros de los iraquíes más buscados.