Educado en el seno de una familia de honda espiritualidad había dado monjes y abades, se vio obligado a abandonar la escuela a los 11 años por razones económicas.
Se ganó la vida (de mala manera) escribiendo, desde artículos en periódicos y pequeñas historias hasta varias novelas.
Papadiamandis —que escribía en su propia versión de la kazarévusa, el griego oficial de la época, lenguaje purista fuertemente influenciado por la antigua Grecia—, debutó en la literatura con su novela La emigrante (Η μετανάστις), publicada en 1880, a la que le siguió La gitanilla (o La hija del gitano, Η γυφτοπούλα), libros de aventuras por el Mediterráneo, con ricos argumentos sobre capturas, guerras, plagas, etc.
La nostalgia por la infancia en la isla es palpable en la mayoría de ellas; las historias con aires urbanos a menudo tratan sobre la alienación.
Sorprende "que el autor sea capaz de ponerse en la piel de esos antihéroes sin justificar sus actos, pero sin juzgarlos ni destilar moralina sobre ellos, por más que los conduzca a todos al arrepentimiento".