Esto conlleva a que el tema sea ignorado en los registros arqueológicos y las hipótesis partan de un sesgo negativo occidental.
Una interpretación de Terry G. Wilfong promueve que estas mujeres se trasladaban juntas hacia una estructura comunal destinada al aislamiento menstrual.
[29][30] Durante el día se les permite trabajar en los campos, aunque tienen prohibido transitar por las calles públicas o residir en sus hogares.
La cabaña para este fin se distingue por su techo plano y forma cuadrada, diferente a las estructuras semiesféricas del resto de la comunidad.
Estaban ubicadas río abajo, y correspondía que la niña la construya por sí misma al llegar a la pubertad, aunque las mujeres también cooperaban en esta tarea.
[35] La segregación durante la menstruación se practicaba por casi todos los pueblos nativo norteamericanos en el actual Estados Unidos,[33] principalmente en las regiones del oeste y subártico.
[1] Cuando una niña navajo tenía su menarquía, construía por su cuenta un refugio tipi de pícea afuera del campamento donde se aislaba temporalmente.
Aunque no hay registros en los mapas o restos arqueológicos, Alfred Kroeber las describió en 1925 como refugios que lindaban con la vivienda familiar, pequeños y precarios fabricados con tablas de madera inclinadas.
[42][43] Los maidu del noroeste, shasta, lemhi, hupa y los pueblos de Wind River también practicaban el confinamiento menstrual.
Al cabo de quince o veinte días regresaba a la aldea y la reclusión se repetía con cada ciclo menstrual.
Las mujeres saramaki habitan los faági, estructuras diseñadas para contener la contaminación de esta sangre junto con la del parto y que no afecten los poderes espirituales masculinos.
El cuarto día nuevamente realizaba un baño para retomar sus actividades cotidianas y al quinto se la autorizaba a preparar alimentos.
Allí, la joven con su menarca se recluía mientras su familia ofrecía una celebración con bailes llamada upichka ájwai, apechk kaní o apechek a ahwai.
[64] Las mujeres pueden trabajar en los campos sin tocar los cultivos y no deben cruzarse con otras personas al transitar los caminos.
Durante este lapso el padre evita mirarlas, se les sirve en vajilla propia para mujeres menstruantes y no pueden utilizar el baño, por lo que deben defecar en el exterior.
En la choza se hospedan entre una y seis mujeres, quienes a su vez pueden verse acompañadas por amigas o niños pequeños.
[81] Los varones no entran para evitar la contaminación del sangrado y las posibles enfermedades que este pueda causarles.
Finalizada su menstruación, se mantiene separada siete días adicionales y el rito concluye con el baño simbólico o mikve.
[3][13] Comunidades ortodoxas adhieren a la práctica de forma obligatoria, mientras que otros grupos judíos liberales consideran el aislamiento una decisión personal.
[92][11] En Tamil Nadu y Kerala, al sur de la India, la sangre menstrual era venerada durante el período Sangam.
Al finalizar se celebran por tres días su paso de la niñez a ser reconocida como una mujer adulta.
[98] Los edificios designados beta israel se comparten por varias mujeres y puede ser un espacio para promover las relaciones sociales entre vecinas.
[104] Los saramaka, también de Surinam, entienden que la fertilidad aumenta inmediatamente tras concluir la menstruación y se considera un momento especial para la concepción.
Otros cuadros presentes con mayor frecuencia en las mujeres que practican el chaupadi son la disuria, flujo anormal, picazón en la zona genital y menstruación dolorosa con presencia de olores.
[70][9][64] Las dietas en este lapso se modifican, y en algunos casos esto deriva en la privación de nutrientes esenciales o pasar hambre si la imposición del aislamiento es severa.
[70] Particularmente las adolescentes vivencian el aislamiento con estrés por la separación de sus padres, y preocupación por el posible daño que podrían ocasionar a sus seres queridos por el tabú menstrual.
[70][65][68] En India el aislamiento le impide a la mujer habitar su hogar, por lo que otras asumen temporalmente la responsabilidad del trabajo doméstico.
Por otro, mencionaron que en las chozas pasan frío, faltan alimentos y la experiencia a la noche puede producir miedo por la presencia de animales salvajes cerca como hienas.
Como resultado, mujeres y niñas motivadas por el miedo pueden optar por evitar reuniones sociales, asistir a clase o participar de deportes.
Naciones Unidas a través de ONU Mujeres trabaja en la educación y concientización en las comunidades que todavía lo practican.