El funcionamiento de estos molinos hidráulicos no necesitaba un gran caudal sino la presión del agua sobre la turbina, que se conseguía llenando su cubo, por ello están situados en lugares con suficiente desnivel.
El agua se captaba en una mina excavada por debajo del terreno y para ser conducida con la mínima perdida de nivel, su curso serpenteante transcurre en la primera parte por una trinchera, hasta alcanzar la cota del terreno natural, en La Bocamina, y el resto es un “canal sobre pared”.
Entonces para mayor calidad se emplearon sillares de piedra arenisca, que fue muy común en otras obras públicas cercanas del siglo XIX, sin embargo, este tipo de construcción en un canal para un molino es un caso excepcional.
En el siglo XX se hicieron varias sustituciones del acueducto, pero se mantuvo este último tramo de casi 400 metros, que es el más interesante porque la mitad de esta longitud la componen 61 arcos escarzanos, separados cada 3 metros, y que al llegar al molino, su altura sobre el nivel del terreno es de dos metros y medio, como la que tenía el anterior acueducto.
Los últimos derechos de los marqueses fueron comprados a finales del siglo XIX.