Habitual en las crónicas de sociedad por sus frecuentes romances, la tradición popular le otorgó características legendarias a sus capacidades amatorias.
También durante ese período obtuvo el cargo de presidente del equipo de fútbol del Nápoles cargo en el que sucedió a Giorgio Ascarelli.
En la posguerra, tras una adhesión inicial al movimiento del Uomo Qualunque (hombre cualquiera), se acercó al movimiento monárquico de Alfredo Covelli determinando con su aportación financiera el nacimiento del Partido Nacional Monárquico (PNM); y fue durante mucho tiempo alcalde de Nápoles, tan apreciado como cuestionado en especial por su gestión de los recursos públicos, sin mostrar consideración alguna frente a sus adversarios políticos, a las fuerzas sociales y frente a sus propios compañeros de coalición.
Durante su mandato se inició la especulación municipal en la ciudad de Nápoles y que fue descrito con dureza en la película Le mani sulla città de Francesco Rosi.
Tuvo una larguísima vida, aunque no estuvo exenta de desgracias; en su vejez asistió con impotencia al derrumbamiento financiero de su flota.