Soplando oxígeno a través del arrabio, el fundido disminuye el contenido de carbono de la aleación y se convierte en acero con poco carbono.
La mayoría del acero fabricado en el mundo se produce usando el horno de oxígeno básico.
Durante casi 100 años no se disponía de cantidades comerciales de oxígeno o eran demasiado caras y la invención permaneció sin usarse.
Durante la Segunda Guerra Mundial ingenieros alemanes (C. V. Schwartz), belgas (John Miles) y suizos (RObert Durrer y Heinrich Heilbrugge) propusieron sus versiones de convertidores de acero con soplado de oxígeno, pero solo Durrer y Heilbrugge lo llevaron a la producción a gran escala.
Treinta y cuatro mil empresarios e ingenieros visitaron el convertidor VOEST en 1963.