[1] La tradición católica (tanto latina como oriental) señala que este rito está basado en el indulto que Jesús de Nazaret otorgó a los pecadores durante su ministerio y en la autoridad otorgada tanto a Simón Pedro para "atar y desatar" como a los doce "para perdonar y retener pecados" (Mateo 16, 19; 18, 18 y Juan 20, 21-23).
Canónicamente es el acto por el cual un sacerdote, teniendo la necesaria jurisdicción, restituye la gracia perdida por el pecado.
Es parte esencial del Sacramento de Reconciliación por el cual Dios perdona los pecados.
La absolución requiere que el penitente haga una buena confesión.
"[3] Conforme al Código de Derecho Canónico, la absolución no puede darse si no media la confesión individual de los pecados, salvo en los casos en los que el peligro de muerte haga imposible oír dicha confesión y ante una "necesidad grave".