Fue el sucesor de otra revuelta de similares motivaciones y consecuencias, la Vilafrancada.
Esta revuelta tuvo por objetivo la abdicación de Juan VI de Portugal para restablecer el absolutismo, siendo promovida por su hijo, el infante Miguel y recientemente nombrado comandante en jefe del ejército (Generalísimo), y su esposa y madre de este, Carlota Joaquina.
Estos no simpatizaban con la Constitución a la cual el rey se mostraba leal ni los ideales liberales de este.
La revuelta no tuvo éxito, gracias a la intervención del cuerpo diplomático.
Miguel fue depuesto del cargo de generalísimo y huyó exiliándose en Viena.