Abdallah Laroui

Esta actitud, razón por la que la izquierda resultó incapaz de mostrarse como una verdadera oposición al rey, fue, según él, lo que le impulsó a realizar un “estudio en profundidad sobre los orígenes del nacionalismo marroquí”,[4]​ para poder revelar sus puntos fuertes y sus puntos débiles.

Los escritos de Laroui son conocidos en todo el mundo árabe y han generado un amplio debate.

Tenía una buena relación con Mehdi Ben Barka, una de las figuras clave del movimiento nacionalista marroquí.

En 1961 acompañó a Mohamed Cherkaoui, embajador en Francia, como consejero cultural y representante de Marruecos en la Unesco.

En julio de 1962 abandonó la embajada y al poco tiempo empezó a dar clases en la universidad.

Participó en la Marcha Verde como periodista y sus artículos, que serían compilados más tarde en forma de libro, fueron publicados en la revista Lamalif.

La misión de Laroui consistía en visitar a los diferentes dirigentes europeos y evitar que condenasen la iniciativa.

El escritor da una gran importancia a la historia y al método historicista.

Muestra una notable preocupación por la metodología, pues la percibe como la única manera de poder crear una verdadera teoría.

Presenta este marxismo historicista como “el único capaz de aprehender toda la realidad vivida y (…) actuar sobre ella”.

Deben ser capaces de formular un marco teórico que permita pasar a la acción y establecer una política legitimada.

Quienes se toman en serio este compromiso son los intelectuales revolucionarios, que pueden estar movidos por el "sentimiento nacional".

Laroui critica que en el mundo árabe en general y en Marruecos en particular se haya producido una “tradicionalización” en la cultura.

[12]​ Expone también que las teocracias de los países islámicos no están basadas en el mensaje profético, sino en la fuerza y la dominación y, por lo tanto, no son estados islámicos, ya que se constituyen a partir de principios racionales.

[14]​ Apoya la institución de un Estado laico en el que la ley establezca la separación entre lo religioso y lo político.

Critica que Europa se reserva para sí misma la cultura del devenir, de la evolución, y considera al mundo árabe como estático.

En este sentido, la racionalidad es la única tendencia potencialmente universal y defiende la racionalización de la vida social.

Apuesta también por la modernidad, pero planteada desde el positivismo, como algo en continua evolución, ya que esta tendencia produce inquietud y hace al individuo más productivo.

Laroui durante una entrevista con Bernabé López para la revista Afkar